Gemidos

Gime la taza de té

Lágrimas ocre tiñen el día

Es preciso calzarse

Vestir la mezclilla cotidiana

Si en la garganta anidan dudas

hay que mecerlas al caminar

El platillo rechina

La hora del deleite

busca su último pan

Después está el camino

Pero los besos

arrancados de golpe

Se fueron con él

un día.

Mutilada palabra

Te alejaste un día, mutilada palabra

Ayer sol de los caminos

Y mi corazón fue acechante congoja,

río dormido.

No abrirías mis ventanas al viento

Ni al oscuro sueño

donde habita el poeta.

Sentí miedo de mi corazón petrificado

A mis pies se cerraban los caminos

Y mi ruta vaciaba toda huella;

Pero retornaste, sobreviviente palabra;

Enferma crónica en recuperación.

La llamada

He leído la tristeza;

Un momento fugaz

de libro oscuro y nuevo.

La verdad, poco he leído

esperando el fogonazo

de mi teléfono suicida y mudo

como puñal ardiente entre mis carnes.

Estoy leyendo ausencias;

Olvidos que el destino trama;

Recuerdo los libros que trajiste,

vuelvo a esa llamada

imposible y real

por lo imposible.

Renacer

Retorno cada día a la palabra

invicta como un día de primavera

Calzo un verso y desvisto tristezas

Y así voy, plantando bosques inmortales

Allí no llega el fuego ni la luz me incendia;

Vivo a pesar de mi, sola

como un corcel encabritado


Y las horas se encogen , la noche aguarda

voraz y destruída como un túnel abierto

a la luz que vendrá

a renacer

junto al muro.

Justificación del silencio.

Cuando mi existencia se hace inhabitable a la hora en que la tierra reposa y

en cada atardecer que alimento con mi sangre, pequeños silencios llaman a mi página.

Atesoro estos momentos esenciales y los rapiño al tiempo y cuando la urgencia me asalta me sobran manos y pies o preciso nuevos pies y nuevas manos, pongo mi alerta a disposición del silencio que debe ser sitiado y hasta removido con cierto sadismo.

Así me habito así me habitan recuerdos olvidados en cada omisión en cada muerte diaria;

Y revive cada palabra con un nuevo gozo con el dolor prematuro de ser gozada.

Latidos

El sol del otoño que comienza
coquetea con las nubes.
Muere un latido,
otro comienza.
Rueda una mosca alarmada.
Un vacío ancestral rodea el pensamiento

Estalla un teléfono.
Alguien responde una llamada
Que no era para mí.
Se entristece el oído.
El corazón no da tregua
no alcanzo a pensar.

He dejado atrás toda lógica
como un paraguas espanta la lluvia.
Me detengo en el momento preciso
en que cae la primera gota.

Un verano inhabitable

El momento preciso

en que lloras o regalas

lo valioso de ti:

Algún boceto

Un gorjeo escandaloso

sobre la sábana

Una caricia / el rapto

en que se hace el amor

y viene de allá un ángel

oscuro y silencioso

Un sorbo de vino añejo

de raíz repartida

por los pasos del mundo:

Una huella en mejilla

Un golpe de palabras

Un verano inhabitable

por su otoño